Mario Sánchez y Salma Ferrer se conocieron en 2021, cuando él tenía 17 años y ella, 16. Su amistad avanzó a trompicones y para cuando se dieron cuenta de que se querían Salma se fue a estudiar a Madrid y Mario se quedó en Valencia. Parecía imposible que pudieran mantener una relación, y eso pensaban ellos también. “En dos semanas hacemos seis meses juntos”, dice Mario sonriendo desde el otro lado de la pantalla.
En la actualidad, las relaciones a distancia son una realidad común, tanto en el ámbito romántico como en el amistoso. Hay poco que no se pueda hacer a través de una pantalla: llamadas, videollamadas, citas virtuales… Los mensajes son instantáneos y la comunicación bidireccional está prácticamente garantizada, exceptuando los problemas derivados de la mala conexión WiFi con los que tarde o temprano todo el mundo tiene que lidiar. Las posibilidades actuales para mantener una relación a distancia son infinitas, pero no es fácil afrontarla. “Para mí la decisión estaba clara, pero para Salma…”, dice Mario tras la pantalla. Cuando su novia se marchó a Madrid perdieron el contacto casi por completo. Ella había creado una narrativa interna que le aseguraba que la distancia era la ruina de todo vínculo romántico. “No puedo culparla porque mis amigos me decían lo mismo”, comenta. El entorno de Mario se empeñaba en afirmar que la confianza se esfuma cuando la pareja desaparece de la vista.
El rostro de Mario aparece enmarcado en la ventana azul de la aplicación del software de videoconferencias. Tiene ese gesto de seguridad que le acompañará durante toda la entrevista. Se desenvuelve con la soltura de alguien acostumbrado a hacer lo que precisamente está haciendo: hablar a través de una pantalla de ordenador. Se expresa también con seguridad. Hace una pausa para enfatizar y dice: “Está claro que todo es más fácil cuando puedes ver y hablar con tu novia todos los días porque requiere menos esfuerzo”. Mario cree que los jóvenes del siglo XXI adolecen de un grave problema emocional, pues huyen de cualquier vínculo afectivo si éste requiere un esfuerzo mayor que el habitual. El “poder mágico del amor”, dice, no es más que una quimera propia de la instantaneidad de la era digital y la cultura del mínimo esfuerzo que propicia. Rara vez el amor es suficiente para sacar una relación de pareja adelante. Hace una pausa e insiste en que la sociedad está acostumbrada a obtener resultados tan inmediatos que se olvida de que las cosas buenas en la vida necesitan algo de paciencia y de constancia. Los jóvenes de esta generación han crecido rodeados de películas donde el amor siempre triunfa por su propia inercia. Las parejas en las comedias románticas, o incluso en las películas infantiles al estilo de Disney, muestran el amor como una especie de fuerza mayor por la que dos personas que se quieren son capaces de afrontar cualquier obstáculo que se les presente, sin plantear los grandes sacrificios que supone iniciar una relación cuando se tiene un trabajo que mantener, una rutina diaria y una vida alejada espacialmente de la de la pareja. Queda claro, argumenta Mario: cuando el amor no es suficiente, la gente tira la toalla. Muchas parejas se quiebran porque no están preparadas para afrontar los sacrificios que presenta una relación a distancia. Esto explica, dice muy seguro, el rechazo generalizado del público joven a este tipo de relaciones.
Mario se muerde los labios, tratando de poner sus pensamientos en orden. Lo que más se le atragantaba al principio era la comunicación, dice. Al no tener pleno acceso a la realidad de su pareja, debía hacer un doble esfuerzo para verbalizar lo que sentía, ser muy claro con lo que deseaba transmitirle y recordarle a diario lo mucho que la quería: “Las videollamadas para nosotros fueron la salvación. Al poder verle la cara a Salma, puedo entender mejor lo que trata de decirme, incluso si ella no sabe explicarlo”. La psicóloga Elena Cabeza de Vaca, fundadora de Psicolive Psicólogos y experta en terapia de pareja, le da la razón: “Es mejor hablar por videollamada o llamada, y evitar a toda costa los mensajes de texto, que se pueden malinterpretar”. A través de una simple llamada telefónica se tiene acceso a los matices de la voz, las distintas inflexiones que indican si la otra persona está triste, emocionada, furiosa o cansada, y que delatan sus verdaderas emociones incluso si sus palabras dicen lo contrario.
Mario y Salma se llaman a diario y se esfuerzan por incluir en sus conversaciones tanto asuntos triviales de su día a día como aquellos relativos a la profundidad de su mundo interior: sus creencias, valores, pensamientos… Tratan de hacer balance de su relación y de identificar juntos los puntos de conflicto para solucionarlos de la mejor manera posible. Mario se rasca la frente al reflexionar sobre el estado actual de su relación. Se han esforzado tanto en aprender a comunicar sus sentimientos que han acabado por conocer más al otro que a sí mismos. Es curioso, constata Mario, pues la voluntad de hacerse entender a distancia es tan grande que se produce una conexión emocional mayor que si se tratase de una relación de pareja al uso.
La distancia tiene sus ventajas
Un estudio realizado conjuntamente por la Universidad de Hong Kong y la Universidad de Cornell afirma que las personas en relaciones a distancia demuestran contar con una madurez emocional más completa que les permite disfrutar del cariño de su pareja sin depender únicamente de la presencialidad. “Quizás es un miedo constante a no saber expresarte bien y herir a tu pareja lo que nos lleva a ponerle tanto empeño a la comunicación”, dice Mario y en ese momento su imagen se congela en la pantalla. No por un defecto de la conexión WiFi, sino porque el propio Mario se demora. Busca las palabras correctas. Parece que para él pensar antes de hablar ya es un acto reflejo que tiene interiorizado desde que sale con Salma. “Creo que ambos tenemos una responsabilidad emocional, especialmente cuando se trata de discusiones, de reflexionar sobre lo que decimos y lo que callamos para evitar que la otra persona esté todo el día dándole vueltas a algo”, sentencia al fin. Las confrontaciones no son una realidad ajena a su relación. La irritabilidad o el cansancio actúan de catalizadores de las emociones reprimidas en cualquier interacción, y estos factores se multiplican cuando no se tiene a la otra persona presencialmente para calmarse. “Muchas veces Salma busca discutir de manera inconsciente, simplemente porque me extraña”, apostilla. Cada minuto que pasan separados es para Mario una razón más para quererse. Es al mismo tiempo una tortura y una bendición. Lo ve como un estímulo para su relación, algo que mantiene vivo el interés y la pasión cuando se encuentran, uno en Valencia y la otra en Madrid, frente a frente en la pantalla. El tiempo que pasan separados les permite desarrollar una personalidad independiente, pero complementaria a la del otro, de manera que cuando se ven siempre tienen cosas que contarse: “Es imposible aburrirse, cuando sabes que tienes que aprovechar cada momento que pases con esa persona”.
Sin embargo, Mario reconoce que la separación física puede ser muy dura. Según explica Elena Cabeza de Vaca, el contacto físico es el canal a través del cual se manifiesta el cariño en una relación. La fisicalidad es esencial para cimentar los vínculos afectivos en las parejas, fortalece la confianza y genera una sensación de seguridad que nunca podrá ser sustituida por el fulgor artificial de una pantalla. En el caso de Mario y Salma, el hecho de amarse les empuja a querer tocarse, abrazarse y besarse a diario y a asumir que su situación no es más que un sacrificio transitorio hasta que puedan estar juntos. Mario se acerca mucho a su cámara: su imagen se agranda en la pantalla como si buscara en ese efecto un apoyo para enfatizar lo que dice. Y dice que es difícil expresar la frustración que siente cuando necesita un abrazo de su novia, que se encuentra a más de 300 kilómetros de distancia. Tratan de sobrellevarlo con visitas periódicas: a veces Salma viaja a Valencia, otras Mario conduce hasta Madrid. Pero verse cada dos meses no es suficiente. “Las relaciones a distancia no son del todo viables en el largo plazo”, advierte Cabeza de Vaca. El contacto físico en la pareja es fundamental y, tarde o temprano, es necesario que la distancia se acorte. Las relaciones a distancia pueden funcionar como solución temporal, pero a la larga, las parejas buscan por naturaleza un acercamiento mayor. “Se van a vivir juntos y se unen con más compromisos, como una casa, una familia…”, apostilla la psicóloga.
Tras seis meses de relación, casi exclusivamente a distancia, Mario lo tiene claro: “Aún no sabemos cuándo exactamente, pero el plan es mudarnos juntos”. Asegura que no les corre prisa, que quieren tomárselo con calma, que ellos saben que llegará el momento. Lo dice con esa actitud reflexiva que ha intentado mantener en toda la entrevista, pero la voz se le quiebra tras la pantalla y por momentos en su gesto, en su mirada, aparece un inequívoco destello de emoción que parece decir: algún día la distancia que nos separa solo será la que hay entre la cocina y el salón.
Un reportaje de Adriana Betancor San Juan
Imagen destacada creada con la IA de Bing





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